Como hemos podido ir viendo en los anteriores post, un deportista de natación sincronizada tiene que saber muchas cosas: posiciones, remadas, transiciones, diversas rutinas, correcciones técnicas particulares,...
Todo ello tiene que unirse a la edad en la que nos encontremos. Como bien dice la psicóloga educativa Mercedes Matás Castillo, la memoria la tenemos que considerar “desde una perspectiva del individuo a lo largo del tiempo como una capacidad plástica y cambiante, en función de las necesidades y de las experiencias de cada etapa de la vida”.
En concreto, la etapa en la que más deportistas de sincro se encuentran es la de la etapa escolar (de los 6 a los 14 años). Mercedes Matás expone que en esta etapa utilizan estrategias de almacenamiento como el ensayo (repetir la información a recordar) y la organización (agrupan la información para poder recordarla con mayor facilidad), así como estrategias de recuperación, como pensar en datos relacionados con lo que se quiere recordar o bien, intentar crear una imagen mental de ello.
Los niños pueden pensar más rápido y sobre más cosas al mismo tiempo de manera que pueden coordinar ideas, pensamientos y acciones.
Cuando pasamos de los 14 años, la situación cambia radicalmente. El desarrollo de la memoria estará muy influenciado por correctos hábitos de estudio, la metodología de aprendizaje y la educación, así como por la enorme dependencia cultural del entorno donde el joven viva.
El deporte, y en concreto en nuestro caso la sincro, es beneficioso para todo niño y niña: solo con memorizar el número de remadas que tienen que hacer en una posición, los pasos que tiene el equipo, los números a los que se les adjudica a cada paso... Es un desarrollo y entrenamiento no solo físico, sino mental.
Es de mencionar, que es notoria la mejora en las notas académicas cuando practican un deporte donde la memoria es tan indispensable.
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